Los ciudadanos acceden a lo que ocurre en su
ciudad, su país o en el mundo a través de los medios de comunicación de masas.
Resulta sorprendente pensar que alguna vez no hayan existido la televisión, los
periódicos o la radio. Es impensable hoy para muchos vivir sin alguno de estos
medios de comunicación, puesto que cumplen importantes funciones en la vida
cotidiana de los ciudadanos y en su relación con el sistema político. Gracias a
ellos, nos informamos sobre lo que sucede; conocemos lo que hacen los
gobernantes (o lo que dejan de hacer); accedemos de manera inmediata a lo que
está pasando en cualquier sitio del planeta; cotejamos una información entre
múltiples fuentes; nos movilizamos por una causa justa y defendemos los
derechos sociales y políticos de alguien que se encuentra muy lejos. Aún cuando
los medios suelen apropiarse de la voz de la opinión pública, indicando que son
sus representantes, en la práctica, no son elegidos por los ciudadanos, no los
representan ni éstos pueden controlarlos directamente.
Por el contrario, salvo aquellos de propiedad
pública, los medios de comunicación de masas son empresas privadas que
sobreviven en función de la lógica del mercado, es decir, según sea su
capacidad de venta. Cuando son de propiedad pública actúan como instituciones
del Estado que transmiten una determinada política pública y muchas veces se
convierten en vehículos de lo que el gobierno de turno quiere que los
ciudadanos conozcan. En uno u otro caso, los ciudadanos son espectadores, con
poca capacidad de interacción y cambio de aquello que los medios de
comunicación les ofrecen. En el escenario mediático, los ciudadanos se
comportan como describiera Platón en el Mito de las Cavernas respecto a los
habitantes de “La República”: son meros espectadores de las imágenes que se
proyectaban en la pared, con muy pocas posibilidades de ser actores de esas
imágenes. El espectador no ve las cosas ni las situaciones reales sino hechos y
situaciones ficticios, ve imágenes que se proyectan y que han sido
seleccionadas para él. Las personas observan los dibujos en la pared y creen en
esas representaciones, pero a diferencia de los cautivos de la caverna pueden
decidir ir más allá o, sencillamente, no mirar hacia la pared.
No hay comentarios:
Publicar un comentario